XXXIV

Despojar a los muertos de sus ropas y pertenencias siempre se ha considerado un acto miserable, propio de tiempos de guerra o de situaciones de extrema pobreza. No hay que ir tan lejos. La falta de escrúpulos baña los lugares abandonados con una inmoralidad tibia. El jersey rebeca blanco cuelga de una percha delante del armario, a su lado, una camisa a rayas encima de un tablero, exposición impúdica de trofeos de caza, sacados a la fuerza de su lugar, fuera de las miradas, para poder ser retratados a placer. La silla frente a la puerta de colores forma una composición equilibrada, tan correcta, y de manual, como futil e innecesaria. La puesta en escena no tiene reparos a la hora de conseguir sus objetivos. El tocador está casi vacío, limpio de objetos, han desaparecido los potes de crema, la muñeca apoyada en el espejo, los perfumes y la botella de colonia marca "Cocaína"; el único resto de la rapiña a pequeña escala es un muñeco sucio de trapo, que sobresale de una caja de madera, con las palabras "T´estimo". Desde sus respectivos intereses complementarios, los fetichistas y los escenógrafos, en su afán de posesión y control de lo Otro, de mancillar y aplastar la diferencia, manipulan sin ningún pudor las cosas más íntimas de los ausentes o los muertos, nada escapa a su fijación y husmean, hurgan en los desechos como un perro hambriento. Lo grave es que no es por necesidad. Todo ha de ser como quieren que sea, de SU propiedad, y disponer de ello a su antojo, según sus deseos y caprichos. Esta violación de la intimidad rompe la ley no escrita de dejar en paz a los muertos y de no interrumpir el peculiar reposo de las cosas liberadas del hombre. Lo que ha salido del círculo humano porque está abandonado, hay que dejar que siga así, que siga siendo de "nadie", una cosa en estado libre y salvaje, fuera de la cadena humana de lo útil. Como los muertos, no debe volver a reintegrarse ni asimilarse; está perdido, lo Otro debe permanecer como tal, diferente, sin volver a ser lo Mismo. Un abandono es una suerte de sepulcro rebosante de vida. Los profanadores de tumbas, junto con verdugos y matarifes, forman una casta impura desde los albores de los tiempos. 
Ultimate Debris Removal I